Mujeres en Igualdad ha asistido hoy a la I Jornada sobre implicaciones educativas del Holocausto, celebrada en Madrid. El objetivo de este seminario, organizado por el ministerio de Educación, Cultura y Deporte, es combatir la violencia a través de la educación.
“El Holocausto es la historia de la intolerancia. Queremos abrir una reflexión desde el conocimiento para fomentar el respeto de los Derechos Humanos”, ha subrayado Marcial Marín, secretario de Estado de Educación, FP y Universidades, en la inauguración.
“El respeto mutuo y aceptar pensamientos diferentes son capacidades que se adquieren en la infancia. Aprender a defender cada punto de vista sin violencia es una aptitud imprescindible”, ha añadido.
Los colegios y profesores desempeñan un papel clave: “Nuestro propósito es promover una escuela dialogante porque es la primera base de la convivencia pacífica”.
A continuación ha intervenido Paul Salmons, director de programas en el Centro para la Educación del Holocausto del University College London. Gracias a su experiencia como profesor de Historia de Secundaria, su enfoque está basado en cómo los jóvenes dan sentido al pasado.
Está coordinando una exposición que se inaugurará el próximo mes de septiembre en el Canal de Isabel II.
En el Holocausto, ha indicado, se abordó por primera vez la violencia masiva. De hecho, hasta entonces ni siquiera existía un término para describirlo. Fue entonces cuando se empieza a hablar de “genocidio”.
En un encuentro de Heinrich Himmler, dirigente de la Alemania nazi, con empresarios y altos oficiales civiles y militares de las SS en Postdam (6 de octubre de 1943), señala: “el pueblo judío va a ser exterminado”.
“Incluso los que niegan el Holocausto lo tienen difícil con estas palabras”, ha subrayado el profesor. Aún se conserva el audio.
“He terminado con la cuestión judía. Ahora estáis al corriente, y lo mantendréis en secreto”, añade Himmler.
El profesor Salmons ha recordado este discurso porque los nazis intentaron eliminar pruebas y silenciarlo. De hecho, destruyeron documentos, cámaras de gas y crematorios, pero fracasaron y quedaron miles de pruebas y evidencias.
¿Cómo conocemos el pasado?, ha preguntado. “Respetando las pruebas y la verdad”. Sin manipulaciones. “Hay protocolos de reuniones nazis, diarios, fotografías, audios, cartas o pruebas arqueológicas. Hubo muchos judíos que arriesgaron sus vidas para proteger estas pruebas”.
Para la exposición de Madrid han logrado reunir 400 documentos de Polonia que nunca antes habían estado disponibles.
“No es importante solo contar la historia a los jóvenes. Tenemos que enseñarles a pensar y analizar el mundo de forma crítica. Esto comienza por el respeto a las pruebas”, ha señalado.
Uno de sus retos es que, a la hora de transmitir lo que ocurrió, no nos quedemos con la imagen de una masa de personas asesinadas sin rostro. Hay que individualizar. Recuperar nombres e historias.
Por ejemplo, fijémonos en este zapato rojo. ¿Sabemos algo de la víctima? Sí, que se trataba de una mujer. Es algo que llevaba puesto al ser deportada a un campo de exterminio.
Si miramos un zapato distinto vemos a una persona distinta. En este caso, a un niño.
“Quizá llegó de la mano de un familiar o tal vez solo, como hacían muchos niños. Le dirían: ‘pasa, quítate la ropa porque te van a duchar y después te volverás a vestir’. Por eso el pequeño dejó el calcetín dentro de la bota… Pero nunca regresó".
“Cuando hablamos del Holocausto hay que intentar ver a esas personas, conocer cómo eran sus vidas antes”, ha recalcado Salmons.
El Holocausto es el genocidio más documentado de la historia, lo que no quiere decir que se haya dejado de investigar. La cuestión es: ¿queremos conocer? “Esta es la historia del olvido. Duele y es traumática. Para introducirse en ella hay que ser valiente”.
A su juicio, libros como El niño con el pijama de rayas distorsionan e invierten la realidad. El Holocausto no fue una tragedia, fue algo calculado y organizado. El 90% de los niños judíos fueron asesinados “y eso es algo que no queremos ver. Anna Frank no murió en un conflicto, fue asesinada”. Para Salmons, se utiliza y abusa del Holocausto para hablar de cuestiones políticas o sociales.
El profesor lanzó un último mensaje: “no surgió de la nada. Tiene raíces muy profundas. En su origen hay elementos que aún hoy no han desaparecido, como la xenofobia, el odio o el antisemitismo”.
Annette Cabelli, superviviente de Auschwitz, traslada este mismo mensaje a los jóvenes para que la historia no se vuelva a repetir. “Me gusta hablar con ellos porque me sirve de terapia”, ha confesado.
El testimonio de Annette
Annette, de 91 años, ha relatado en Madrid el horror vivido durante tres largos años. Es difícil trasladar la emoción contenida y los silencios, no solo de ella, sino de todo el auditorio.
Nacida en el seno de la comunidad sefardí de Salónica (Grecia) en 1925, Annette comprueba cómo a partir de la ocupación alemana las condiciones de vida se vuelven atroces para los judíos de esta ciudad: trabajos forzados, confinamientos en ghetos, obligación de portar la estrella amarilla…
Su padre ya había fallecido y su madre se había quedado a cargo de Annette y de dos hermanos. A veces le preguntaba a Alberto, el hermano mayor: “¿cuándo me llevarás a España?". Él contestaba: “pronto, mamá, cuando tengamos dinero”. “Pero mamá nunca llegó”, recuerda.
Con apenas 17 años llega la orden de que todos los judíos se debían presentar en la estación de tren. El destino: Auschwitz, donde llegaban después de un viaje de cinco días.
Las condiciones eran extremas. Hacinados, sin comida ni bebida. Al llegar al campo, de madrugada, se formaban dos filas. Mujeres enfermas, ancianos y niños, iban a la derecha. “Había camiones con una cruz roja encima para engañarnos y creyéramos que estábamos protegidos”, ha relatado Annette.
Un soldado alemán la sacó de la fila en la que estaba esperando junto a su madre y le salvó la vida. Pero a su madre no volvió a verla más. Tenía 40 años y fue conducida a la cámara de gas ese mismo día.
El resto formaba otra fila para ir a trabajar. En los campos necesitaban mucha mano de obra y los prisioneros morían a los 5-10 meses de hambre, frío, trabajos forzados… “Nos ponían un tatuaje con un número que debías memorizar -Annette aún recuerda el suyo, el 4065, y el de uno de sus hermanos. Al segundo hermano no lo volvieron a ver-. Después íbamos a las duchas y nos cortaban el pelo. Las guardianas se reían como si fuéramos un espectáculo”, señala.
Lo más frecuente era que estuvieran 15 días encerrados en barracones porque los nazis tenían miedo de que transmitieran la malaria.
Aún recuerda el hambre y el frío, con temperaturas de hasta 12 grados bajo cero y sin ropa de abrigo. Muchos prisioneros moría de noche y por la mañana tenían que sacar y apilar los cuerpos.
Comían de noche, una sopa que era agua y pan. Algunas personas, señala, se arrojaban a las vallas eléctricas porque no soportaban el horror.
Annette escapó a las sucesivas selecciones para la cámara de gas y fue obligada a desempeñar tareas de todo tipo. Trabajó en una fábrica de bombas durante 12 horas al día. Tras dos años y dos meses de cautiverio bajo severísimas condiciones fue obligada a caminar en una marcha de la muerte que la condujo hasta el campo de Ravensbrück, donde se tenían que pelear por la comida, y desde ahí al de Malchow, donde fabricaba cerillas.
La historia cambió poco después. Una mañana de 1945 descubrió que los guardias nazis habían desaparecido. Junto a otros prisioneros, ya de noche, se dirigieron a una granja y de ahí a un pequeño pueblo, hasta alcanzar las líneas norteamericanas.
Annette decidió entonces no regresar a Grecia porque le traía recuerdos muy dolorosos. Con apenas 38 kilos y sin documentación, se marchó con otras mujeres a Francia, que se convierte en su hogar. Allí se casó con el también deportado Harry Cabelli y tuvo dos hijas y un hijo. Ahora vive en Niza y desde hace unos años transmite su estremecedora historia.
“Que no se repita nunca más. No importa si eres judío, cristiano o musulmán. Todos somos iguales”, ha concluido Cabelli.
En este viaje a España ha estado acompañado por Linda, una profesora y cantante sefardí. Annette aún habla la lengua de sus antepasados y, de hecho, no ha necesitado traducción durante la charla.
Desde la perspectiva de la Medicina
La jornada ha continuado por la tarde con la exposición de Esteban González y Rosa Ríos para realizar una reflexión desde la medicina. Los médicos jugaron un papel muy importante que comenzó con la esterilización forzosa y continuó con el exterminio en cámaras de gas de personas con discapacidades. Se llevaron a cabo todo tipo de experimentos con supuestos fines militares o raciales en individuos privados de libertad. También con el hermano de Annette.
Conocer sus acciones permite a los estudiantes de Medicina reflexionar, desde un punto de vista ético, sobre los límites de la investigación y la aceptación de las diferencias. El análisis del periodo nazi sirve como ejemplo de conductas que deben ser evitadas.
En el seminario también se ha estudiado el Holocausto desde la perspectiva de los testigos. El libro de Primo Levi, Si esto es un hombre, escrito inmediatamente después de la Shoah, es uno de los primeros intentos de contar los hechos a un público que en su mayoría desconocía el alcance y radicalidad de los mismos. Además, sin recursos retóricos y empleando “el lenguaje mesurado y sobrio del testigo”.