Artículo de la presidenta de Mujeres en Igualdad Albacete
Noviembre 2017
De nuevo, un año más, tenemos que conmemorar el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. De nuevo, día triste, lazos negros, listado de nombres de mujeres y niños y niñas asesinados, vidas segadas, familias deshechas, puertas precintadas, vecinos consternados, madres rotas, silencios cargados de reproches y gritos ahogados entre multitudes que rechazan la barbarie…
De nuevo, un año más, las asociaciones de mujeres, las administraciones públicas y la sociedad en general nos echamos a la calle en señal de duelo, en señal de protesta, mostrando la más absoluta indignación ante tan crueles hechos y, de nuevo, nos preguntamos qué es lo que está fallando…
La causa de la violencia de género es la desigualdad, ese patriarcado que sitúa a los hombres en situación de superioridad y que les convierte en dueños y señores de sus posesiones, entre las que figuraría la mujer. ¡Es tan sorprendente que en pleno siglo XXI y en sociedades avanzadas como la nuestra todavía se produzcan estas situaciones!
Estamos sufriendo un retroceso, ya que se están incrementando los casos de niñas adolescentes víctimas de la violencia de género a manos de sus parejas de la misma edad, niñas sobre las que ellos ejercen el control a través del whatsapp y de las redes sociales, niñas que tienen que vestirse como ellos determinan y que deben pedir permiso para salir y que autoricen sus compañías. Y esto es muy grave.
Cuando hablamos de violencia de género también nos estamos refiriendo a los miles de casos anónimos, que nunca salen a la luz, de mujeres y de niñas que viven con miedo, pertenecientes a cualquier clase social, residentes en ciudades o en el mundo rural y a las que, poco a poco, se les ha ido destruyendo esa autoestima que es la que nos permite reivindicarnos a nosotras mismas.
La violencia de género acaba con la persona aunque siga viva. El maltrato va más allá de una agresión física porque detrás hay una mujer destrozada que no entiende que su verdugo sea la misma persona a la que un día dio un sí quiero y que, en muchas ocasiones, es el padre de sus hijos.
Por todas ellas tenemos que seguir luchando para que no haya una víctima más pero, sobre todo, tenemos que erradicar esta lacra desde la raíz, desde la educación, desde los colegios, desde la publicidad, desde los programas de televisión, desde la forma de relacionarnos, de convivir, de entender el amor, de entender la sexualidad.
Si no lo hacemos así, seguiremos siendo cómplices de lo que está ocurriendo y seguiremos celebrando cada año este día lleno de crespones negros y de lamentos, de minutos de silencio en las plazas de los ayuntamientos, de lazos y pancartas, y sobre todo, de vidas rotas.
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