- Declaración de la Sra. Navi Pillay, Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, con motivo del Día de los Derechos Humanos - 10 de diciembre de 2012
Millones de personas se han lanzado a la calle en los últimos años en países de todo el mundo, alentadas por hechos ocurridos en otras partes, algunas para exigir derechos civiles y políticos y otras para exigir derechos económicos, sociales y culturales.
Esa marea popular no sólo significa que la gente esté exigiendo libertad de expresión o la libertad de decir lo que piensan o dejar claro lo que quieren.
Piden mucho más que eso. Piden que se ponga fin a una situación en la que los gobiernos sencillamente deciden lo que más conviene a la población sin siquiera consultarla. Reclaman su derecho a participar plenamente en las decisiones y políticas internacionales, nacionales y locales que afectan su vida cotidiana. Muchas personas en muchos países vienen expresando claramente que están hartas de que sus dirigentes las traten con desprecio y hagan caso omiso de sus necesidades, ambiciones, temores y deseos.
Piden, de hecho, lo que por espacio de más de 60 años les ha pertenecido por derecho propio en virtud del derecho internacional. Reclaman los derechos humanos enunciados en la Declaración Universal de Derechos Humanos –cuyo aniversario se conmemora cada año el 10 de diciembre- y desarrollados posteriormente en otros tratados internacionales jurídicamente vinculantes.
Todo ciudadano tendrá el derecho y la oportunidad de participar en la gestión de los asuntos públicos, directamente o a través de representantes libremente escogidos. Toda persona tendrá el derecho a votar y a ser elegida, y a tener acceso a las funciones públicas, así como a la libertad de expresión, reunión y asociación. Éstos son algunos de los derechos consagrados en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, del que son parte 167 Estados. Son derechos que han sido reiterados de muchas formas similares en otras leyes y documentos.
Se supone que esos derechos se aplican a todos. Nadie debería ser excluido del ejercicio de ninguno de ellos por ser mujer, pertenecer a una minoría o profesar una religión determinada; ni por ser gay, tener una discapacidad o afiliación política particular; ni por ser migrante o pertenecer a una raza o un grupo étnico en particular. Todos deberíamos tener una voz que cuente en nuestras sociedades. Todos deberíamos poder participar de una manera libre, activa y significativa tanto en los asuntos económicos como en los políticos.
Desafortunadamente, éste no es el caso de muchas personas.
Muchos millones de personas ni siquiera pueden soñar con metas ambiciosas, sólo sueñan con subsistir – con sobrevivir día a día.
Quizás sea porque no han ido a la escuela, o porque carecen de servicios de salud, de una vivienda adecuada, o porque no tienen alimentos suficientes, y ninguno de los derechos y servicios básicos que les diera la oportunidad de construir un futuro mejor.
O tal vez sea porque se les impide aprovechar las oportunidades que se presenten mediante leyes o prácticas discriminatorias. O porque, por razones ajenas a su voluntad, son apátridas, ciudadanos de ningún lugar, y por lo tanto no sólo están privados de voz, sino también de una existencia oficial.
O quizás simplemente sea porque sus dirigentes están tan empeñados en aferrarse al poder y a sus riquezas que sencillamente no les importa lo que les ocurre a aquéllos cuyas vidas gobiernan. Concederán justo lo necesario para mantenerlos callados y poner fin a sus protestas. Y si no cejan y alzan su voz, los encerrarán, los torturarán o hallarán otras formas de distraerlos, de silenciarlos o de hacerlos desaparecer.
Pero en los últimos dos años, la gente en muchos países ha fortalecido su posición y ha dejado en claro que “justo lo necesario” ya no es suficiente. En muchos países los manifestantes se han enfrentado a sus gobiernos en las calles; no sólo en el Oriente Medio y el Norte de África, sino también en otras partes del mundo, enarbolando reivindicaciones que abarcan todo el espectro de derechos civiles, políticos, social, culturales y económicos fundamentales.
En los últimos meses hemos presenciado en varios países algunos de los ejemplos más extremos de cómo se pisotean los derechos. Muchos miles de hombres, mujeres y niños han sido torturados hasta la muerte, violados, bombardeados, atacados con artillería, tiroteados, obligados a abandonar sus hogares y privados de alimentos, agua, electricidad y atención sanitaria por sus propios gobiernos o por grupos armados, aparentemente decididos a retener el poder a como dé lugar. Se trata de gobiernos y agentes no estatales que siguen comportándose de una manera totalmente contraria a todo lo que celebramos en el Día de los Derechos Humanos.
En el día de hoy, saludo a todos los que tanto han sufrido luchando por lo que les pertenece por derecho propio, y a todas las personas en otros países que a su manera –ya sea en Santiago o el Cairo, en Atenas o Moscú, en Nueva York o Nueva Delhi- también afirman que tenemos una voz, que tenemos nuestros derechos y que queremos participar en la gestión de nuestras sociedades y economías.
Porque así es como debería ser.
- Mensaje de la Directora General de la UNESCO, Irina Bokova, con motivo del Día de los Derechos Humanos, 10 de diciembre de 2012
La Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada el 10 de diciembre de 1948, es la culminación del empeño en enunciar los valores y las libertades fundamentales que constituyen el cimiento común de toda la humanidad. No es solo un texto -uno de los más humanistas y más inspiradores que jamás se hayan escrito- sino también un acto que insta a las personas y a los gobiernos a movilizarse para dar a conocer los derechos humanos, hacerlos respetar y garantizar su pleno ejercicio.
Ante las incertidumbres y los cambios del mundo, tenemos el deber de ceñirnos a los principios intangibles de la dignidad humana y de las libertades fundamentales. Nada justifica que se los vulnere. El Día de los Derechos Humanos es la oportunidad de reafirmar nuestra adhesión a esos valores y nuestra determinación de ponerlos en práctica, en todo el mundo y para que todos gocen de ellos.
Mientras queden personas a quienes se impida hacer valer sus derechos fundamentales, la búsqueda humanista de la dignidad humana proseguirá. Por esta razón debemos hacer oír la voz de quienes, reducidos al silencio por estar marginados o discriminados, viven en la pobreza y la ignorancia de sus derechos y la incapacidad de ejercerlos. Las nuevas tecnologías y los medios de comunicación social ofrecen a la joven generación formas inéditas de dialogar, participar y movilizarse: debemos liberar el potencial que encierran. Dar la palabra a quienes no tienen voz es también darles los medios -no solo formales sino también reales-de hacerse oír, mediante la educación de calidad para todos, el acceso a la cultura o la libre circulación de las ideas en el diálogo democrático. Esta es la ambición de la UNESCO.
Entre la proclamación solemne de los derechos y la realidad de su ejercicio en la vida diaria de miles de millones de personas hay un gran desfasaje. Pero en la historia reciente se han logrado rápidos progresos gracias a la movilización de militantes en todas partes del mundo que reclaman pacíficamente dignidad, igualdad, justicia, a pesar de la violencia y la represión de que son víctimas demasiado a menudo.
Inspirémonos en sus actos para consolidar el respeto que se debe a los derechos de las personas. En ellos encontraremos la clave para unas sociedades más inclusivas y fuertes, que vivan en paz y estén en mejores condiciones de alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
En este espíritu, el 10 de diciembre de 2012 la UNESCO entregará el Premio UNESCO-Bilbao para la Promoción de una Cultura de los Derechos Humanos al arzobispo emérito Desmond Tutu, gran humanista cuya potente voz fue portadora del mensaje de todos quienes no podían hacerse oír. "Nadie podría pensar, caminar o comportarse si no lo hubiese aprendido de sus hermanos. Cada uno necesita de ellos para adquirir su propia humanidad". Puedan estas palabras de Desmond Tutu guiarnos en nuestros esfuerzos por construir una cultura universal de los derechos humanos, en que la voz de cada ser cuente y marque la diferencia.
- Message of Michelle Bachelet, Under-Secretary-General and Executive Director of UN Women
Today, on this Human Rights Day, we celebrate the right of all people to make their voices heard and participate fully in public life. Yet the voices of too many women and girls continue to be stifled through discrimination, threats and violence. This is holding back progress for women and for all members of society.
Women’s participation is fundamental for sustainable development, peace and democracy.
It is time to remove the barriers to women’s full and equal participation in the economy, in politics and in all aspects of public life.
Today I call for more women leaders. Women’s voices need to be heard in parliament, in village councils, in trade unions, in peace talks, in government cabinets, in corporate boards and in all areas of public life.
When women and men lead together, decisions better reflect and respond to the diverse needs of society. Countries and companies with higher levels of gender equality have higher levels of growth and performance. Women leaders inspire young women and girls to expand their horizons, and pave the way for equality.
Yet while women constitute 51 percent of the world’s population, they remain grossly under-represented across public life. Only 21 women are Heads of State or Government, only 1 in 5 parliamentarians is a woman, and less than 10 percent of peace negotiators are women.
To make equality real, it is time to repeal discriminatory laws and policies, and align laws with international human rights treaties. It is time to open the doors and take affirmative action by enacting temporary special measures such as quotas.
It is time to unleash women’s full participation in peace and security. Wherever there is conflict, whether in northern Mali, the Democratic Republic of the Congo, or Syria, women must be part of the solution. Only solutions that are inclusive of all in society can be sustainable. It is time to advance equal rights, equal opportunities and equal participation.
Today on Human Rights, Day, let us recommit to realizing the vision in the Universal Declaration of Human Rights that all people are born free and equal in dignity and human rights. Let us remove all obstacles that hold women back and deny their equal opportunity. Let us fully embrace the tremendous potential of half the world’s population. Women have a vision. Women have a voice. It needs to be heard.
- Mensaje de Guy Ryder, Director General de la Organización Internacional del Trabajo, 10 de diciembre de 2012
“My voice counts” - the theme of this year’s observance - is part and parcel of the make-up of the ILO, established as it was in 1919 on a foundation of social dialogue.
Voice is a precondition for effective and meaningful social dialogue and participatory processes between governments, and employers’ and workers’ organizations aimed at producing just and balanced outcomes of policies and decisions in and for the world of work.
The global crisis has aggravated pre-existing challenges of unemployment, under employment and job quality. Respect for the rights and freedoms that underpin voice and dialogue assumes even greater importance today if the voices of the world of work are to be able to contribute to finding inclusive, equitable and sustainable ways forward.
Many of these rights and freedoms enable employers and workers to organize and ensure that their collective voices may be heard. Yet in many places they are being undermined and social dialogue is under strain.
Women and men around the globe are demanding to be heard, putting on the table their demand for jobs and social protection that bring the prospect of better lives. Enterprises – especially small and medium-sized enterprises where most jobs are created and their organizations, also strive to be heard in policy debates that affect enterprise growth and development.
There is a growing recognition that a sustainable response to poverty and towards prosperous and inclusive societies must be based on productive strategies and employment-led recovery with respect for human rights, including labour rights, participation and social dialogue, and accompanied by measures for social protection – the Decent Work Agenda. The promotion of decent work helps to ensure voice and voice counts for the realization of the Agenda.
The ILO’s fundamental Conventions on freedom of association, child labour, forced labour, and non-discrimination, together with the principles and rights, at work set out in our 1998 Declaration on Fundamental Principles and Rights at Work, define basic human rights which create enabling conditions for inclusive and sustainable economic and social progress.
It is unacceptable that 80per cent of the world’s population lacks adequate social security coverage – and many have no protection. The ILO’s new Recommendation No. 202 on nationally determined social protection floors sets out a clear and compelling framework for establishing and monitoring such floors and promotes their progressive extension.
Millions of domestic workers many of whom are women migrants – among the most vulnerable of workers – have long struggled for their voices to be heard, seeking respect for their rights, with just and safe conditions of work to which they are entitled. Their voice has counted. A major step forward came with the adoption of landmark ILO Convention No. 189 concerning Decent Work for Domestic Workers adopted last year and it will enter into force in 2013. I encourage all ILO Members to ratify and implement this important Convention showing them that their voices continue to be heard.
The world of work, where most women and men spend a large part of their lives, is a privileged entry point to address and ensure human rights.
Labour rights are human rights and indispensable to securing economic growth with social progress. Voices calling for respect for these rights must count.