Luz Casanova, asociación pionera en el trabajo con adolescentes y mujeres mayores víctimas de maltrato
26/12/2018
La Fundación Luz Casanova es una organización de ámbito estatal que trabaja, principalmente en la Comunidad de Madrid, por el desarrollo personal y la inclusión social de personas en situación de exclusión y desprotección: personas sin hogar y mujeres y menores víctimas de violencia de género. Nos reunimos con Julia Almansa, su directora, en el marco de nuestro programa Doy la cara contra la discriminación. ¿Qué factores propician la vulnerabilidad?, ¿cuáles son las necesidades más acuciantes de las personas que llegan a su centro de día y cómo se solventan?, ¿qué ocurre con las mujeres que migran y a las que perdemos la pista al llegar a España? Estas son algunas de las cuestiones que abordamos en nuestro encuentro con Julia Almansa, directora de la fundación.
Luz Casanova es una entidad pionera a la hora de trabajar con colectivos o grupos de mujeres que no estaban siendo atendidos. Su particular mirada ha puesto el foco en ellos y ha desarrollado nuevas estrategias de trabajo dirigidas a las adolescentes, a las mujeres mayores de 65 años y a los chicos… "Estamos trabajando en una diversidad que nos permite identificar perfiles que posiblemente antes nos pasaban desapercibidos", señala Almansa.
Con la población adolescente desarrolla dos líneas de trabajo:
Atención psicoeducativa a las chicas y a sus familias.
Prevención de la violencia en adolescentes a través del trabajo en los centros escolares.
La edad media de las chicas es de 16 años y solo el año pasado atendieron a 257 personas en Madrid: 128 adolescentes y 129 familiares. Este programa les posibilita la salida de las relaciones violentas y la construcción de entornos sanos. La atención se presta a través de la Unidad de atención especializada a mujeres adolescentes víctimas de violencia de género en sus relaciones de pareja, perteneciente al programa de atención a mujeres adolescentes No te Cortes, de la Dirección General de la Mujer de la Comunidad de Madrid.
Dicha unidad atiende a chicas de entre 14 y 18 años que estén viviendo o hayan vivido situaciones de violencia de género en sus relaciones de noviazgo. ¿Cómo trabaja Luz Casanova? Prestando atención psicológica y social y trabajando con las familias. "Las estrategias son diversas porque nos enfrentamos a diferentes situaciones: tenemos chicas que llegan reconociendo que han vivido una situación de violencia y son ellas mismas quienes dan el paso, pero también tenemos chicas que saben que algo está mal, pero que no han identificado como tal que el origen de esa situación se encuentra en una relación absolutamente desigual y violenta", reconoce Almansa.
En algunos casos, son las propias familias las que identifican la situación y dan la voz de alarma. En otros casos, son profesionales del ámbito educativo.
"Nuestro trabajo consiste en que vayan conociendo la situación, que tomen conciencia y que identifiquen la situación de violencia. Se trabaja desde muchas perspectivas: desde la salud, desde la sexualidad, la imagen personal…", añade la directora de la fundación.
No manejan tiempos medios de recuperación; cada chica experimenta un proceso muy diferente. Si la adolescente disfruta de un entorno familiar protector, sano y que la respalda, la recuperación será mucho más sencilla que la de aquellas chicas que, además del problema de violencia de pareja, vivan en entornos más complejos que no les permiten solicitar una ayuda rápida.
Julia Almansa transmite un mensaje de esperanza: la violencia que sufren las adolescentes es una violencia similar a la de las mujeres adultas, pero "es verdad que tienen una capacidad de recuperación en la que, con apoyos importantes, pueden encontrar unas relaciones afectivas sanas que las convierta en supervivientes y no en víctimas de una manera prolongada".
¿Cómo reaccionan las familias? A veces llegan con sensación de culpa. "Cuando hay violencia en un hogar, esa violencia es tóxica para todas las personas que lo componen. Afecta a la familia, a los progenitores, a las hermanas y hermanos...", señala Almansa.
La fundación ha iniciado este año otro programa pionero de intervención: Xicos que hablan. La realidad es que no existen espacios de trabajo en materia de prevención de violencia de género e igualdad dirigidos de forma específica al colectivo masculino.
Este proyecto se enmarca en el Programa AVANZA: chicos adolescentes por los buenos tratos, encaminado a paliar este problema mediante la puesta en marcha de un espacio individual y de grupos de reflexión y diálogo abiertos. Los destinatarios son chicos de 14 a 20 años que deseen trabajar en este ámbito, independientemente de que hayan ejercido violencia o no.
"Llevábamos un tiempo preocupadas porque cuando impartíamos programas de prevención en centros escolares o en programas de ocio siempre había algún chico que levantaba la mano y nos decía: ¿y para los chicos, qué? Además, identificábamos adolescentes que en la intimidad nos comentaban: a lo mejor yo he vivido algo así o a lo mejor he generado una situación que no sea igualitaria, pero no sé dónde ir o qué hacer", destaca Julia Almansa.
En el programa Xicos que hablan se aborda la sexualidad, relaciones afectivas, de ocio, actividades que les permitan identificar dónde están los estereotipos, situaciones a las que no damos importancia pero que pueden acarrear violencia...
"Estos espacios están configurados para hablar, argumentar y también sentir. Su respuesta es fantástica. Tenemos que hacer un trabajo desde la más tierna infancia y ofrecer herramientas para que, cuando inicien sus relaciones afectivas, tengan de donde tirar. En caso contrario, nos encontramos con modelos muy negativos, como los que se estamos viendo en las redes sociales, en la música…". añade Almansa.
Atención a mujeres mayores de 65 años
La fundación también aborda una de las problemáticas de la violencia de género en pareja y expareja más invisibilizada: la violencia en mujeres mayores de 65 años, mujeres especialmente vulnerables, no solo por la edad, sino porque la duración del maltrato les ha causado profundos daños. Muchas acaban siendo cuidadoras de sus propios maltratadores.
¿Cómo es el trabajo de recuperación en estos casos? "Hemos tenido que cambiar nuestra metodología de trabajo y acercarnos allí donde están las mujeres mayores. Nos parecía importante ir a ellas y no esperar a que llegaran; por eso acudimos a centros de mayores de la Comunidad de Madrid", aclara Almansa.
Una de sus estrategias consiste en fortalecer la red de estas mujeres, la malla de seguridad: "sus redes naturales están muy deterioradas tras 40 años de violencia y a causa de la propia edad. El hecho de que generen entre ellas redes sanas y tengan a alguien con quien hablar o a quien llamar es fundamental".
Son mujeres que han hecho mucho por la sociedad y necesitaban una respuesta adaptada. "Pertenecen a generaciones que han ejercido un importante cambio social y han tenido que vivir procesos duros a lo largo de su vida. Parece que una mujer que haya cumplido los 65 o 70 años no tiene opciones a futuro y nosotras vemos, porque nos lo demuestran día a día, que apuestan por una vida distinta y quieren tener un futuro", recalca la directora de Luz Casanova, quien rechaza cualquier tipo de exclusión por razón de edad.
"La calle es un peligro, un daño para la persona y para la sociedad que no nos deberíamos permitir"
Otra de sus líneas de actuación es la atención a aquellas personas que se encuentran en situación de exclusión social severa o especial vulnerabilidad con graves carencias económicas, sociales o familiares.
"Hay que tener claro que nos puede pasar a cualquiera, es importante que lo tengamos presente", señala Almansa. Con la crisis económica, personas que estaban manteniendo una supervivencia sufrieron una brutal caída y, aunque ahora hay un proceso de recuperación, no están alcanzando los mismos niveles. Julia nos confirma que ha aumentado el número de personas que están viviendo situaciones de vulnerabilidad y riesgo. "Se entremezcla con población inmigrante, personas llegadas del salto con grandes dificultades para ubicarse y saber cómo moverse en España. Solemos decir que nuestros perfiles han pasado a tener un color diferente porque atendemos a personas de distintas nacionalidades, muchas de ellas del ámbito subsahariano".
Este trabajo lo realizan en coordinación con la Red FACIAM. "Es una red en la que trabajamos tradicionalmente con personas sin hogar y nos hemos encontrado con que han ido llegando personas que venían con una posible petición de refugio, que venían de situaciones que eran claramente solicitantes de asilo (llegaban de situaciones de guerra o conflicto importantes) y les estábamos ofreciendo recursos que no estaban adecuados a ellas".
A su juicio, es "necesario proteger a la persona" y no hacer distinciones. "Entendemos que la calle es un peligro, un daño para la persona y para la sociedad que no nos deberíamos permitir. Nadie debe vivir en la calle. Tenemos que garantizar sus derechos", recalca.
Cada día se encuentran con más casos de personas que llegan demandando refugio y se encuentran sin hogar.
"Llevamos un tiempo movidas por la propia realidad. En los meses de verano nos encontramos con que en nuestro centro de día -referente en la atención a personas en situación de exclusión severa- la mayoría de los usuarios era población joven, de origen africano, en muchos casos con estudios, que se habían encontrado en un autobús que los había traído a Madrid de madrugada, que no sabían a qué venían y dónde estaban. Nos parecía que la respuesta no puede ser te voy a llevar a un proceso y eludo mi responsabilidad. Tenemos que dar una respuesta", enfatiza Almansa.
La mayoría de las personas que acuden al centro de día son varones, pero en las noticias siempre se habla de la llegada a España de mujeres, de mujeres con bebés, que nunca llegan a este recurso. "Hay una ruta que es la Trata; muchas de las mujeres que vienen, arriesgando sus vidas y las de sus hijos, llegan ya en redes de trata y son captadas en el momento que salen de los recursos de primera acogida. Sobre estas mujeres no se sabe nada, no tenemos respuestas y es muy preocupante", afirma.
En general, desconocemos la realidad de las personas migrantes. Parece que el momento brutal es el momento de cruzar, pero "ese es un momento brutal puntual; todas las personas que llegan te cuentan historias de años de haber recorrido miles de kilómetros, de hacer parada y tener que afrontar situaciones de esclavitud para sobrevivir, de haber vivido situaciones de violencia brutales… Te encuentras con chicos que dicen tener 18 años porque piensan que se les va a devolver y que tienen 16 o 17 y llevan tres años lejos de sus familias… Son personas que no han tenido ningún respaldo y que necesitan, al menos, que se reconozcan sus derechos", subraya.
"Las personas sin hogar no están invisibilizadas, están ahí, pero no miramos"
El pasado 22 de noviembre, la fundación organizó un acto en calle en colaboración con muchas otras entidades. El objetivo: "acabar con el sinhogarismo y apostar por una sociedad que ponga a las personas en el centro y que se comprometa con el ejercicio de sus derechos". Como recuerda Almansa, no son personas que estén invisibilizadas; están ahí, son visibles, pero no miramos.
Pusieron el foco en las más de 30.000 personas en situación de sinhogarismo en España y recordaron a quienes se encontraron con la muerte durante 2018 y nadie tuvo un momento para recordarles. Además, el día 26 participaron en un proyecto de instalación artística en el palacio de Cibeles.
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