ELMUNDO.ES-06/01/2014-RAFAEL J. ÁLVAREZ
El testimonio de la Policía
El coche patrulla merodeó la casa de la mujer, su trabajo y el colegio de los niños. Los policías llevaban en el salpicadero una foto del agresor y ya se sabían de memoria la matrícula del coche del tipo. Por si se acercaba. Un agente telefoneaba de vez en cuando a la chica, que parecía más tranquila que cuando fue a denunciar al salvaje que la pegó tanto. Ella también tenía un número, el móvil de su policía de confianza. «Cuando nos llamó diciendo que iba a bajar a la calle, yo salí del coche, la esperé en el portal y la acompañé». Ahí estaba el policía, como una escolta de Estado, un escolta de género.
Habla un miembro de una de las unidades Viogen repartidas por el país, el sistema policial especializado en violencia de género que valora el riesgo de las víctimas y trabaja para intentar protegerlas.
Hace un mes, en la última cifra ofrecida hasta ahora por el Ministerio del Interior, seis mujeres tenían en España una calificación policial de riesgo «extremo» por violencia machista. En la escalera de valoraciones, el «extremo» es el ático, el último peldaño antes de una posible agresión fatal.
Una instrucción de la Secretaría de Estado de Seguridad de 2008 clasifica los niveles de protección de las víctimas en función del riesgo evaluado. Y el «extremo» suena a mucho: «Vigilancia permanente hasta que las circunstancias del agresor dejen de ser una amenaza inminente, control intensivo de los movimientos del agresor (hasta que deje de ser una amenaza inminente para la víctima) y, en su caso, vigilancia en entrada y salida en los colegios».
El protocolo dice que la valoración de los casos extremos debe renovarse cada 72 horas, pero los policías que han tenido que otear los alrededores de una mujer en la diana saben la verdad mucho antes. «Si la situación se prolonga porque no localizamos al agresor, la llamamos varias veces al día. Sabemos al día cómo está la situación. Y, a veces, la situación es un agobio para ella, porque acompañarla a todos lados es no dejarla vivir».
En otras ocasiones, el riesgo se califica como «alto» y la valoración se renueva cada siete días; «medio», y se hace cada 30, o «bajo» y se reevalúa cada 60.
Y, si la vida de la violencia se extiende, todos los riesgos pueden caber en una sola mujer. «Tuvimos una chica a la que su marido había apuñalado. El juez ordenó el ingreso del hombre en un psiquiátrico y cuando salió, aunque ya estaban separados, a él se le impuso una orden de alejamiento. Se calificó el riesgo como bajo, es decir, le dimos a la chica nuestro teléfono permanente y mantuvimos con ella contactos telefónicos espaciados. Pero él sentía celos, la insultaba, la amenazaba y rompió la orden de alejamiento varias veces. El riesgo subió a alto. Mandamos un coche patrulla a su casa y la llamábamos todos los días por turnos. Pasó un tiempo y él cambió de región: riesgo bajo. Pero siguió acosándola con llamadas, correos, amenazas y algún viaje hasta la ciudad donde ella vivía. Y el riesgo volvió a ser alto. Al final, se le detuvo y lleva pulsera de control. Tiene un alejamiento y el riesgo ahora es bajo».
La valoración del riesgo viene de un test
A 30 de noviembre del año recién terminado, 134 mujeres estaban en riesgo alto, 2.812 en medio y 13.134 en bajo. Otras 47.811 no tenían un peligro apreciado por las Fuerzas de Seguridad, pero figuraban como casos activos. En total, 63.897 víctimas con una protección policial activa.
Quizá eso explique la media de mujeres que algunos policías de Viogen tienen que atender. «Yo tengo 60. Y las llamo aunque esté de vacaciones», dice mientras muestra su móvil tapando los números de tantos nombres propios.
La valoración del riesgo proviene de un test con 25 preguntas para la víctima. Asuntos como si alguna vez el hombre le ha dicho que está arrepentido, si ella cree imposible que se le acerque, si ha habido agresiones sexuales, si él tiene problemas financieros o laborales, si bebe, si lleva armas, si la ha amenazado... «Hay mujeres que se arrepienten de la denuncia por la presión a la que están sometidas y mienten en algunas respuestas. Y entonces el riesgo sale bajo.Pero el sistema te permite subir el nivel de riesgo, nunca bajarlo».
Un policía nacional que ya no trabaja en Viogen cuenta la historia de una mujer que llegó a la comisaría «en estado de shock» tras una paliza. «Estuvimos tres horas con ella, calmandola y evaluando el riesgo. Se decidió una custodia de 24 horas, con una patrulla a su domicilio, porque la cosa tenía muy mala pinta».
Los agentes le aconsejaron que no saliera de casa, pero le dijeron que si lo hacía, ellos la escoltarían. «Insistíamos a la mujer en que se fuera a una casa de acogida, pero no quería. Le pedimos que nos dijera por dónde solía andar su marido. Le pillamos en un bar. La vigilancia intensiva duró 10 horas, lo que tardamos en localizarle. Por fortuna, entró en prisión. Era un tío peligroso».